Ser un servidor de Dios (en cualquier ministerio que se tiene en el templo) no es una tarea, sino un privilegio que merece ser asumido con responsabilidad y gozo.
El servicio más allá de un trabajo extra o una carga, debe ser para el cristiano como una responsabilidad que se toma y con la que se responde con obediencia.
El llamado a servirle a Dios debe ser respondido de todo corazón, sin esperar que nadie nos empuje y sin poner pretexto.
Las personas que son llamadas a un ministerio y saben responder a este llamado, empiezan a manifestar dones mostrando con entrega e interés el amor de Dios.
Comentarios
Publicar un comentario